Feromonas

Siempre me ha fascinado en los documentales de naturaleza como el león de la selva va procreando de una en una con todas las leonas de la manada para dejarlas preñadas y así seguir perpetuando la especie. No es que yo me compare con la potencia sexual de un león, ni mucho menos, en absoluto, y menos ya desde que cumplí los 40 años donde mi potencial sexual ha bajado de duración a extremos casi vergonzosos de apenas 8 ó 10 minutos (11 minutos si tengo un día muy bueno, es decir, casi nunca).

Lejos quedan aquellos días que conseguí con 27 años estar 70 minutos seguidos (ese siempre ha sido mi récord absoluto en una noche excepcional que, obviamente, nunca he conseguido igualar ni superar). Pero si hay un día que jamás olvidaré en mi vida, y que trae a colación toda esta introducción sobre los leones de la selva, fue hará unos 8 años en Salamanca con mi novia de entonces que estuvimos en un hostal follando toda la tarde, absolutamente toda la tarde (con sus respectivos descansos entre polvo y polvo, claro) y al salir del hostal tras tanto exceso pasional recuerdo que pensé: "uff, estoy molido, no conseguiría que se me levantará ni echar otro polvo hasta dentro de 24 horas", y lo decía completamente en serio, estaba desfogado a tope, satisfacido al máximo y totalmente exhausto sexualmente.

Pues bien, fue decir esa frase, salir del hostal, torcer la esquina y cruzarme con una tía espectacular de 20 añitos así en plan pija que hizo que nada más verla tuviese una erección. Noté como la feromonas de mi cuerpo se activaban con solo verla. Solo verla esos 5 seguidos y tener una erección. Es decir, a mi novia que iba a mi lado era imposible volver a practicar el coito. Imposible. Digamos que habíamos gastado ya todas las feromonas entre nosotros tras tantas horas follando en el hostal. No podía generar ni un ápice de deseo más entre nosotros. Sin embargo, al ver a otra chica totalmente nueva desprendiendo sus propias feromonas hizo que volviese, contra todo pronóstico, a tener inmediatamente una erección y a generar deseo por ella. Fue asombroso. Me quedé desconcertado. Era algo de mi propia sexualidad que desconocía. Y ahí entendí perfectamente como el león de la selva puede procrear con tantas hembras diferentes porque yo, en ese momento, podría haber hecho el coito con esa nueva chica sin dificultad.

Y es que la sexualidad humana nunca dejará de sorprenderme y cómo tantos factores (tanto físicos, sensoriales como psicológicos) pueden influir en tu rendimiento. Ay, el misterioso y fascinante mundo de las feromonas...

Finales de Septiembre

Desde siempre finales de Septiembre y principios de Octubre ha sido la época que más atracción he tenido siempre por las chicas. Al principio no podía comprender porqué justo en esa época me gustaban tanto y, sobre todo, tenía más deseo sexual que el resto del año.

Con el paso de los años ya me fui dando cuenta cuál era la causa de este desmesurado interés por esas semanas concretas del año. La explicación es bien sencilla: durante todo el Verano las chicas van super ligeras de ropa, con escotazos, minifaldas y enseñándolo prácticamente todo, pero todo, sobre todo hoy en día que en Verano muchas veces algunas chicas van prácticamente desnudas sin apenas taparse nada. Pero, de repente, de forma rádical llega el clima otoñal de finales de Septiembre y, después de más de 2 ó 3 meses viendo sin trabas los encantos de las chicas, empiezan a venir de un día para otro con camisas de manga larga, rebecas o incluso hasta con jerseys.

El cambio es tan brusco y radical que yo al menos no soy capaz de asimilarlo de un día para otro, pasar de una excesivo destape a estar demasiados tapadas. Qué conste que nunca me han gustado las chicas que van enseñando demasiado y ese dicho excesivo destape de algunas en Verano, pero ni una cosa ni la otra. Porque pasar de un extremo a otro con pocos días de diferencia hace que se generé en mí una líbido inusual por querer quitar esas prendas de ropa para volver a ver y sentir lo que solo unos días me proporcionaba y alegraba la vista. Yo lo tengo más que comprobado, nunca he sido más fogoso y apasionado con todas las novias que he tenido que en esas semanas concretas porque tengo una necesidad, muy humana, de desnudarlas de esa ropa inesperada y de calmar mi deseo ocasionado por el cambio brusco del calor al frío. Ay, misterios de la sexualidad humana...

Esa mirada selectiva

En el año 2006 volví a la soltería tras una relación muy larga y, como llevaba muchos años sin ligar, me sorprendió muchísimo que existieran ciertas webs como Badoo o similares que te facilitaban la siempre ardua tarea de ligar. Mis amigos me dijeron que funcionaban muy bien y que podías quedar con muchas chicas y algunas veces hasta acabar triunfando en la cama.

Yo al escuchar eso flipé en colores porque cuando yo iba por la calle, al estar de nuevo soltero, me iba fijando por la calle en todas las chicas que pasaban y todo lo que veía era pura maravilla. Todas las chicas me encantaban, me molaban y me ponían mogollón, no hablo del 90% de las chicas de la calle, ni del 95%, hablo del 100%, absolutamente todas. Por tanto pensaba que en cuanto empezara a usar estas webs me acabaría liando con alguna de esas chicas y mis expectativas se ilusionaron brutalmente.

Pues bien, empecé a usar a algunas de esas webs, y empecé a contactar con chicas, y sorpresivamente eran unos orcos y adefesios increíbles, aparte de chonis a rabiar. Yo pensaba: "caray, estas chicas nunca saldrán a la calle porque yo nunca he visto chicas así". Seguí contactando y el 80% de todo lo que encontraba era de lo peor de lo peor. Yo estaba absorto. No lo entendía. Incluso quedé con varias que en la foto aparentemente estaban bien y luego en la realidad era para salir corriendo. No podía entenderlo. Estaba desconcertado y anonadado. ¿Cómo era posible que si todas las chicas que veía yo por la calle me encantaban no encontrase ninguna de ellas por Internet? Para mí era algo incomprensible.

Y entonces hice un ejercicio de atención y precisión al salir a la calle, empecé a observar y a fijarme mejor, y de repente descubrí alucinado que la calle estaba llena de chicas feas y orcos a rabiar, pero llena, y nunca hasta ese momento me había fijado. Era mi ojo el que me había estado engañando todo este tiempo. Mi mirada me había engañado siempre. Me di cuenta que tenía una mirada selectiva que filtraba a todas las chicas que pasaban y solo pasaban por mi retina aquellas que me atraían y eran guapas. Solo ellas. Esa mirada selectiva era la que hacía que el 100% de las chicas me resultaran atractivas. Yo ingenuamente pensaba que todas la eran pero solo era una minoría, aquella minoría que mi mirada selectiva dejaba pasar, y descubrí horrorizado que todo era un efecto óptico y que en realidad abundan más los orcos que las bellezas.

Desde ese momento he educado a esa mirada selectiva para que sepa discernir bien entre lo que es potable y lo que no, y desde entonces ya sí que puedo salir a la calle y, por una parte, disfrutar visualmente de las chicas monas y, por otra parte, horrorizarme por lo que me voy encontrando. Quizás sea así más infeliz no viendo solo belleza y encanto pero al menos así no vivo en la mentira constante que me proporcionaba mi mirada selectiva.

Esa obsesión adolescente

Cuando yo era adolescente las chicas no solían vestir como visten hoy en día, es más, se podría decir que su forma de vestir era muy poco femenina porque siempre iban igual que los chicos de forma muy varonil con jerseys, camisas y pantalones. Y a mí eso me encantaba. Me molaba cantidad lo bien que combinaban las camisas con los jerseys y lo guapísimas que estaban, y como una simple camisa les quedaba mucho mejor y más elegante que a cualquiera de nosotros. A eso hay que añadir que de los 14 a los 18 años ha sido la época que más hambre sexual (y sentimental) he pasado en toda mi vida pues ligábamos poquísimos los chicos de mi época a esa edad. Con solo tocar una teta por encima de la ropa ya éramos super felices y lo considerábamos una gran hazaña digna de ser contada entre los amigos.

Por eso tengo grabada en mi memoria a fuego cada jersey que toque a una chica y la camisa que llevaba combinada con ese jersey, y cómo ansiaba poderla tocar por debajo del jersey y acariciar también la camisa (cosa que pasó poquísimas veces aumentando así mi frustración sexual). Han pasado más de 20 años de esa época y aún recuerdo perfectamente la ropa que llevaba cada chica en esos años y como las deseaba con esa ropa aparentemente tan poco elegante y femenina.

Todo esto ha ocasionado en mí una curiosa obsesión adolescente porque incluso hoy en día, a mis más de cuarenta años, cada vez que veo por la calle a una chica combinando jersey con camisa tengo inmediatamente una erección. Es incontrolable. Me sube la líbido bestialmente, sobre todo si combina elegantemente ese jersey con la camisa y el pantalón. Sé que es absurdo. Sé que es una memez. Pero es algo que me supera y me excita muchísimo. Hasta el punto de que todas las novias y parejas que he tenido en mi vida siempre les he regalado en determinados momentos este tipo de ropa y me ha excitado muchísimo follármelas así vestidas, llevado por un morbo fetichista que siempre he llevado dentro de mí desde la adolescencia.

Tetas

Según tengo entendido un prestigioso cocinero francés una vez dijo que el primer trago que se da a una cerveza recién abierta es el único que merece la pena. Comparto plenamente esta teoría y creo que pasa con la amplia mayoría de las bebidas que nos gustan. El primer sorbo siempre es una delicia y tiene un encanto especial de los cuales el resto de sorbos ya carece. ¿Será por la ansiedad por querer beberlo? No lo sé, pero es así.

Toda esta introducción viene a cuento porque con el paso de los años me he dado cuenta que me pasa lo mismo con las tetas. Cada vez que he estado con una chica estoy deseando que llegue el momento de poder por fin tocarla y acariciarla las tetas, y es un momento sublime, un momento que siempre me encanta, pero cuyo deseo desaparece a los pocos minutos. Un amigo mío dice que las tetas están muy sobrevaloradas y que realmente solo sirven para generar una gran ansiedad y deseo para así tener ganas de tener relaciones sexuales. Y, por lo menos en mi caso, sí que es así, porque a los pocos minutos de enrrollarme con una chica ya no tengo el menor interés en seguir tocando los pechos y sí centrarme en otras partes como por ejemplo el culo (al cual cada día valoro y aprecio mucho más en mis relaciones).

Lo curioso del caso es que esta teoría sobre las tetas podría pensarse que solo pasa con chicas con las que nunca antes te has acostado y por eso la ansiedad de querer vérselas y tocárselas. Pero no creo que solo sea así. Porque yo he llegado a tener relaciones de varios años con la misma chica y me pasaba lo mismo, aunque ya nos hubiésemos acostado cientos de veces siempre tenía una pasión adolescente por tocarlas las tetas como si la vida me fuese en ello y, tras conseguirlo, el interés por seguir tocándoselas disminuía considerablemente.

En fin, misterios de la sexualidad humana...